
La (dura) vida de los feriantes: «Esto es 24 horas. Salimos de Milladoiro y montamos en Bertamiráns»
En las Festas da Madalena de O Milladoiro trabajan estos días cuatro feriantes llegados de León. Para muchos, es un oficio de sacrificios, con excesiva burocracia y jornadas largas que no terminan nunca.

Cada agosto, con las fiestas de A Madalena, O milladoiro recibe a un pequeño grupo de feriantes que llegan con sus atracciones y puestos desde distintos puntos geográficos. Entre ellos, Mario Tirado, feriante leonés con más de 20 años en el oficio, resume la temporada con una frase clara: «A ver si este año tenemos algo de suerte, que está la cosa bastante complicada».
El verano no está siendo fácil. Una climatología irregular y el contexto económico actual, han reducido la afluencia de público en muchas fiestas. «Unas veces entra gente, otras no. Ahí dependemos también de las orquestas. Y se nota mucho la economía, muchísimo», lamenta.
Mario recorre toda la zona de Castilla y León, pero para él agosto es sinónimo de Galicia. En un mes, hace tres fiestas gallegas: O Milladoiro, Bertamiráns y A Laracha. Al terminar, sigue rumbo a Palencia: «Al año hacemos unas 16 o 17 fiestas en total. Por ejemplo, terminamos en Milladoiro el martes sobre las tres de la mañana y ya tenemos que ir a montar a Bertamiráns. Es un ritmo que no todo el mundo puede llevar».
Su vida en los meses de temporada transcurre sobre ruedas. Vive en una caravana junto a su mujer —su compañera también en el negocio— y no contrata a nadie más: «Si conseguimos sacar para sobrevivir nosotros ya está. Pagar a un empleado es imposible porque lleva mucho gasto también».
Aunque hay zonas más fáciles para montar las atracciones, en otros puntos el trabajo se multiplica: «Aquí en Milladoiro en tres horas está montado. Pero en otros sitios, con más altura o problemas de niveles, puedo tardar cinco».
Cada día empieza con la misma rutina: revisión completa del equipo antes de abrir. «Hay que revisarlo todo, todo, porque nunca sabes qué puede pasar. Lo normal es abrir a las ocho, aunque depende del tiempo. Si hace frío o está nublado, la gente no va a la playa y se pasa antes por la feria», cuenta.
Mario no oculta el cansancio acumulado tras dos décadas de duro trabajo, ni los sacrificios que el público no siempre ve: «La gente se queja de los precios, pero no sabe lo que cuesta esto. Un generador, las tasas, el gasoil, los permisos… Son muchos gastos. Y lo tienes que tener todo en condiciones. Todo bien preparado».
El papeleo es extenso. Entre lo que se pide para instalarse están las revisiones anuales, el alta de autónomo, el Impuesto de Actividades Económicas (IAE), los seguros, las revisiones de extintores y, en algunos ayuntamientos, hasta certificados de delitos sexuales (el único certificado que se expide en España para trabajar habitualmente con menores).
Las atracciones se almacenan en naves el resto del año para evitar deterioros. En su caso, a Galicia solo trae una, aunque tiene más guardadas. «Todo esto lo hago por mí. Si quiero levantarme a las ocho, lo hago. Si quiero a las nueve, también. Pero es duro, para un autónomo se gana poco. Es más lo que se gasta», asegura.
Una forma de vida que va desapareciendo
Otro feriante leonés, Ángel Gutiérrez, presidente de la Unión de Feriantes de España, lleva más de 40 años viniendo a Galicia. Coincide con Mario en que todo ha cambiado: «Antes, solo con la primavera ya tenías hecho el verano. Ahora en muchos sitios se pasan cobrando, no te facilitan nada: ni agua, ni luz, ni espacio para las caravanas. Tienes que buscarte la vida».
Ángel reconoce que, aunque a veces se ganan 2.000 euros en una fiesta, entre gasoil, tasas y las cuotas de autónomo —en su caso triplicadas— «si te quedan mil euros limpios te marchas como un campeón».
Advierte que la juventud no muestra ganas de seguir con esta tradición: «Son muchas horas sin dormir. Todo el mundo se va a casa después de la fiesta, y tú te quedas recogiendo. Después de recoger, a montar en el siguiente sitio. Así no se aguanta», concluye.

«Nuestros hijos también se suben a los cacharros»
A las críticas sobre seguridad, los feriantes responden con hechos: «Los niños de la feria se montan en los cacharros de los demás. Si viéramos un mínimo peligro, no los dejábamos», apunta uno de ellos.
Algunos, incluso, cuentan con personal cualificado entre la familia. Una pareja destaca que su hijo, técnico superior en Automatismos y Robótica, se encarga del mantenimiento neumático e hidráulico de la atracción: «Aunque seamos itinerantes, somos negocios. Y en Galicia la normativa es de las más exigentes del Estado».
Las atracciones se revisan a diario y, en muchos casos, tienen menos desgaste del que parece: “No trabajamos todo el año ni todos los días. Una atracción con 30 años puede tener un desgaste real de diez, como mucho”.
En Milladoiro este año hay 17 puestos. No hay un límite máximo: depende del terreno. Cada feriante tiene su ruta y su sitio, y el reparto se respeta entre compañeros. «Si uno no va, avisa a otro. Así otra familia puede trabajar», explican.
Mientras el público disfruta entre luces, algodones y música, detrás hay una maquinaria compleja, intensa y casi invisible. «Esto es para toda la vida —dice una veterana—. Meterte en esto es como meterte a comprar un piso».
Pídenos, clicando en la siguiente foto, tu presupuesto sin compromiso. Con todo ello te ofreceremos los mejores productos, el mejor trato, las mayores coberturas y a un precio razonable.
Enlace para acceder a la noticia original . https://www.elcorreogallego.es/concellos/2025/08/03/vida-feriantes-fiestas-atracciones-trabajo-120296118.html