Sin presente y con el futuro en el aire. Así es como se sienten los propietarios de las atracciones de feria en un plan de desescalada en la que ellos no tiene fecha de vuelta. Por muy distintas que sean sus situaciones se unen en un grito común cuando advierten casi al unísono de que «estamos abandonados y sin un futuro viable». Su temporada empieza en abril y se prolonga hasta octubre, están acostumbrados a dar el pistoletazo de salida con la Pascua de Padrón y cierran la campaña, en buena parte de los casos, con las fiestas de San Froilán. Este año no tiene principio y no vislumbran un final.

Cuando se decretó el estado de alarma estaba todo preparado para que las atracciones, manejadas en la mayor parte de las casas por familias, echasen a andar. Atrás quedaban los pagos de certificados de estado de las atracciones, seguros y revisiones. Unas cifras que en buena parte de los negocios ronda los cinco mil euros. Tocaba darse de alta como autónomos y retomar la actividad. Y de repente, estalló la pandemia. «Somos de una familia de feriantes, venimos del invierno sin trabajar y ahora, ¿de qué vamos a vivir?», explica Carmen Fariña, que junto a su marido, Ángel Manuel Pedras, y su hijo Miguel tienen sus atracciones paradas en su casa de Verducido.

Los feriantes se están empezando a organizar como colectivo para reclamar de forma conjunta y hacerse oír. Este martes recorrieron las calles de Pontevedra en coche haciendo una sonora pitada y el sábado lo harán en A Coruña. Las asociaciones de autónomos llevarán al Gobierno sus reclamaciones. «Queremos que el cese de actividad que estamos cobrando algunos se prolongue hasta diciembre y no acabe ahora en junio», explica Bety Camarero, que aunque reside en A Coruña, pero es una habitual de A Peregrina.
Reclaman al Gobierno que les diga en qué fase de la desescalada pueden volver, aunque saben que hacerlo será complicado con la mayoría de las fiestas de Galicia suspendidas. «Será como un año invisible, si la gente puede ir a la playa, ¿por qué no podemos nosotros trabajar?», comenta Fariña. Ellos creen que podrían respetar los dos metros de distancia social y si en un carrusel hay 40 plazas se podrían habilitar la mitad, pero nunca no abrir. Al igual que sus compañeros ve un negro final de verano: «Estaríamos más de 12 meses sin trabajar y muchos, sin ingresos».

Ese abismo económico al que se precipitan muchos feriantes hace que algunos sean más contundentes en sus afirmaciones. Ángel Gutiérrez, de León y fijo de las fiestas de A Peregrina, asegura que «esto va a hacer que haya quien acabe en los servicios sociales, aunque nos dejen salir, ya estamos muertos». Y es que los feriantes acuden a una media de 20 o 25 ferias al año, aunque hay quien hace menos, pero entonces acude a las de mayor renombre. Desde el 14 de marzo han ido viendo como día sí, día también se van cayendo del calendario todas las actividades que tenían previstas. «Estos son negocios familiares que van desde el abuelo hasta los nietos en las caravanas y todos tenemos una función», explica Ángel Gutiérrez para ejemplificar la importancia de que no quedarse parados en un negocio que no tiene reconocida la temporalidad, como ocurre en otros sectores. «Somos como hormiguitas, recaudamos en verano lo máximo posible para poder mantenernos el resto del año», lamentan Bety y Ángel.