Ante esta situación, los feriantes no están para fiestas
Ante esta situación, los feriantes no están para fiestas
La incertidumbre que ha traído el covid 19 y que rodea las celebraciones en los meses de verano y el hecho de pagar por adelantado de tasas que los ayuntamientos, que todavía no les han devuelto, dejan a más de 30.000 familias al borde de la ruina
« Siento auténtico Terror »
«¿Que si estoy preocupado? Aterrorizado es lo que estoy. No aparecemos en ningún plan de desescalada. Hablamos de más de 30.000 familias en toda España que viven de esto, pequeñas empresas donde el 70% son autónomos». La mayoría trabaja de abril a octubre, «que es cuando cotizan. El resto del tiempo es como si no existiéramos, así que las ayudas nos pasan de largo». El horizonte no puede ser más incierto. «Si llevamos todo el invierno en blanco y ahora fallan las fiestas, ¿me puede alguien decir cuántos podrán aguantar 18 meses sin ingresos?». A este autónomo, de 53 años y con tres hijos, el temporal le ha pillado con el pie cambiado y «las atracciones muertas de asco en una nave de Toledo, esperando a que escampe».
El Ayuntamiento de Madrid ha suspendido todas las ferias hasta noviembre, empezando por las de San Isidro, auténtico balón de oxígeno para los empresarios itinerantes, acostumbrados a ir «cada uno por su lado y sin unidad de acción. Quizá sea la único bueno que saquemos de la pandemia, la necesidad de crear una confederación a nivel de toda España para regular nuestros derechos». Medio centenar de asociaciones se han agrupado ya y dirigido un manifiesto al Gobierno central. En él hacen hincapié en los compañeros que se han dado de baja en autónomos y no pueden acceder a ayudas. También piden una rebaja del IVA al 10%, ya que, a pesar de estar adscritos a Cultura, en su caso es del 21%. Otra de sus reclamaciones tiene que ver con los vehículos que transportan sus atracciones, sujetos a revisiones cada seis meses. «Nos están sacando el dinero a espuertas. Tengo vehículos que no hacen ni 3.000 kilómetros al año, no me pueden equiparar con un camionero que hace 150.000», dice Juan Arcos, vallisoletano de 52 años.
Divorciado y pagando la hipoteca de un nuevo piso, Juan compró una minimontaña rusa hace cuatro años y la tiene financiada a ocho. «Calcula, estoy entrampado por todas partes. Y eso que yo estoy viviendo de mis ahorros, pero tengo compañeros que habían adelantado pagos para trabajar en las ferias de Sevilla, de Barcelona, de Burgos, y a los que nadie devuelve nada ahora». Hay casos todavía más sangrantes. «Tengo socios que habían firmado ir a Mallorca, dos meses de trabajo que compensan tener que coger un barco para trasladar las atracciones. O eso creían, porque apenas han podido funcionar diez días, dos fines de semana». Un descalabro.
Juan Arcos es emprendedor. A base de ferias y eventos, se ha forjado un circuito que le permite trabajar todo el año, «porque aunque en invierno no hagas caja y haya días de lluvia, te da para comer y eso que te llevas». Como paga autónomos de enero a diciembre ahora recibe 666 euros de ayuda, «pero me retienen casi 300 de la cuota mensual. Me quedan otros tantos para comer y pagar el alquiler de la nave donde tengo las atracciones, ¿te lo puedes creer?». Camas elásticas, hinchables, una piscina de bolas y rulos, la minimontaña rusa…Y un carrusel, que compró su padre hace 50 años y que es su posesión más querida. «Me pasa como a los bares, hay negocios que no pueden funcionar al 30 ni al 50% si mantienen todos los gastos. Cualquier empresario con dos dedos de frente lo sabe».
Reparaciones, mantenimientos, peritajes… Aunque Juan cree que no está todo perdido. La solución, asegura, pasa por que los ayuntamientos rebajen sus exigencias y permitan trabajar en verano, aunque sea con restricciones. Eso sí, necesita que le ayuden. «Si encima me imponen obras para garantizar la separación entre clientes, mascarillas, guantes… es inviable, me quedo en casa».
José Antonio Monterrubio se desespera cada vez que echa sus cuentas. Las Fallas de Valencia, los Moros y Cristianos de Alcoy, La Magdalena en Castellón, la Feria Andaluza de Elche, la de Cullera por Semana Santa… todas sus citas se han ido al garete. «La situación se divide entre los que están mal y en las últimas. No es ya lo que dejamos de ganar, sino todos los seguros de responsabilidad civil, los gastos de mantenimiento, los préstamos que has contraído para poder salir… no sólo a los bancos, también a tus padres, a tus suegros. Hay atracciones que son más caras que poner una cafetería. Un ‘saltamontes’, unos autos de choque, alcanzan los 800.000 euros… Eso por no hablar de las tasas de ocupación, las mismas que ahora no nos devuelven. Tenemos que pagar antes de montar y si el día que se inaugura la feria rompe a llover… ¡ahí te apañes!».
Javier García, sevillano, tiene tres hermanos y juntos explotan ocho atracciones, desde carruseles hasta autos de choque o el ‘Aladine’. Son la tercera generación de una estirpe que ha recorrido las ferias de España desde hace más de 80 años. Es uno de esos empresarios que dejó de cotizar cuando terminó la campaña en octubre y ahora no tiene ayudas. «Así me pillas, pegándome con los bancos para conseguir moratorias porque no hay dinero con el que seguir pagando». Su situación es tan angustiosa -tiene tres hijos- que se ha planteado ya cambiar de tercio. «Gracias a Dios, todos tenemos carnés de camión, de tráiler. Eso puede ser una salida». Su diagnóstico es cristalino: «Este es el palo de nuestra vida. Si el Gobierno no abre un poco la mano, la crisis se va a llevar a cientos de nosotros por delante».
«No existimos»
«Somos el único sector que no tiene fecha de vuelta al trabajo, sencillamente no existimos», apostilla Ángel Gutiérrez desde León. No se imaginaba un escenario tan terrible como éste «y eso que ha habido veranos que hemos vuelto peor que como salimos». Todo lo que gana lo invierte en su negocio -una tómbola, una hamburguesería y el ‘Super Mario’-, «porque cuanto más guapo esté, más atraes a la gente». Al menos, en teoría.
«Sólo de luz pago 250 euros, más los 300 de autónomos, la gasolina, la comida, los seguros de las atracciones y los vehículos, las ITV… Descartado el Corpus, las fiestas de Santiago y el 15 de agosto, el futuro es un agujero negro que amenaza con engullirles a todos. «Voy a serle sincero. Somos tres en casa y si vivimos es gracias a la generosidad de mis padres y mis suegros. Tengo los camiones a punto, pero nada con que dar de comer a los míos».
No hay duda de que al Circo Nevada le crecen los enanos. El suyo no es un negocio que rinda grandes beneficios, pero desde el pasado diciembre los catorce integrantes de esta ‘troupe’ -llegaron a ser 70- parecen enfrentar un destino particularmente adverso. Una tormenta derribó la carpa que habían montado en la localidad gallega de Ribadeo, destrozando la iluminación y los equipos de sonido. Unos días antes, las roulottes se habían hundido en el barro y hubo que llamar a una grúa para rescatarlas de aquella trampa, lo que lograron a costa de importantes daños. Entre las caravanas afectadas estaba la de Javier Segura, gerente de la compañía, al que cada vez que llueve le entra todo el agua dentro y tiene que dormir envuelto en lonas.
Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. El pasado 10 de marzo arribaron a Monforte, en Lugo. Levantaron la carpa, matricularon a los niños -de 5, 9 y 13 años- e imprimieron la cartelería y las invitaciones a colegios. Sin duda pensaron que su suerte -muy mermada desde que tuvieron que prescindir de animales y cancelar la mitad de sus números- iba a cambiar, pero entonces llegó el anuncio del estado de alarma y todas sus esperanzas saltaron por los aires. «Nuestra situación es dramática. Nos habíamos gastado los ahorros en publicidad y en pagar las tasas de ocupación de los lugares donde íbamos a actuar y que ahora lo prohíben. Ni siquiera podemos volver a Talayuela (Cáceres), de donde somos todos. No tenemos dinero ni para la gasolina de los camiones. Estamos atrapados».
Segura y su familia -entre la que se encuentra su suegra de 93 años, con alzhéimer- viven desde hace dos meses de la caridad. Primero de Cáritas, luego del pueblo y sus comerciantes. «En el supermercado nos han dado un bono de 500 euros para que cojamos lo que queramos de sus estanterías, y hay restaurantes, mercerías y particulares que nos echan una mano trayendo comida. Hasta la Sociedad de Caza de Monforte nos trae los jabalíes que capturan para que tengamos algo de carne». El Circo Nevada funciona habitualmente al margen del calendario de ferias, pero como están en el dique seco no pueden pagar autónomos -«¿cómo, si ni siquiera tenemos para comer?»- y temen que cuando la emergencia sanitaria se resuelva hayan caducado todos los seguros de sus vehículos. «Ese es mi gran miedo. Cuando llegue el momento ¿cómo salgo yo de aquí?».
Los aprietos que atenazan a Segura y su circo son un fiel reflejo de la situación por la que atraviesan más de 30.000 familias en toda España, la inmensa mayoría pequeñas empresas que viven al día, a las que una jornada de lluvia puede arruinar sus previsiones y comprometer futuros desplazamientos. La propagación del Covid y las medidas de las Administraciones para poner freno a la pandemia han supuesto un mazazo para sus economías, especialmente frágiles, porque en tiempos de crisis lo primero que se quita la gente es el ocio. «Uno puede pasar sin ferias, pero no sin comer». Lo sabe muy bien Fernando Piqueras, feriante de Madrid, a quien los últimos meses le han abocado a una pesadilla.