Trabajar en ferias ambulantes es grato, pero también requiere sacrificio
Opinión de un Feriante mexicano sobre su profesión.
Ciudad de México.- Risas, gritos y expresiones de asombro es la recompensa que recibe por su trabajo Juan Miguel Infante Vargas, encargado y dueño de un juego de carritos chocadores en una feria ambulante de la Ciudad de México, quien desde niño trabaja en ese oficio.
Con el afán de contribuir a la diversión del público infantil como le enseñó su padre, desde un negocio que ha ido de generación en generación, Infante Vargas desempeña ese trabajo, que le ha permitido sacar adelante a su familia.
Desde temprano Infante Vargas, de 31 años, limpia los carritos, que están tapados con un plástico, listos para que los infantes puedan manejarlos en la noche y empiece la magia en la feria en la que ahora se encuentra, en la zona de Buenavista, en los límites del Centro Histórico de la capital del país.
“Terminé la preparatoria y no seguí estudiando porque esto es un negocio familiar en el que uno debe estar al tanto de todo, pues soy el encargado de limpieza y mantenimiento”, expresó.
Reiteró que el aprendizaje en el negocio lo inició entre los 10 y 12 años, pues es un negocio familiar que le absorbe todo el tiempo y hasta el de su vida personal.
En entrevista con Notimex, el propietario del juego comentó que ese negocio es muy inestable, pues hay temporadas buenas, medias y malas.
Además se debe invertir en el mantenimiento de un carrito chocador que en algunos casos es muy costoso, mientras que a otros solamente se les hace una revisión, como un engrasado, que sale en unos 200 o 300 pesos, cada uno.
El juego se paga por dos o una persona: 30 pesos por cinco minutos. Es un precio que tratan de acomodar al bolsillo de la gente porque la economía no está muy apta para tener tanto gasto.
“En esta feria somos muchos compañeros y, por ende, se ofrecen muchas atracciones, la gente se limita al gastar en todos los juegos, porque el bolsillo no alcanza, por eso ponemos costos económicos”.
Comentó que muchas personas no saben que la operación de una feria, al instalarse en determinado lugar, tiene un costo que se eleva.
Por ejemplo, hay que pagar permisos, renta, las plantas de luz y mantenimiento y los empleados, por lo que se acumulan los gastos.
“Tengo esposa y dos hijos. De este juego y otros dos que tengo sale para los gastos, pero vuelvo a repetir, es muy inestable porque no es un negocio constante, sobre todo porque la feria es un negocio ambulante”, mencionó.
Para Vargas su trabajo también tiene sus cosas agradables, porque se conocen muchos lugares, pero también es de sacrificio, sobre todo en lo familiar.
La feria es como un teatro, porque la gente disfruta el momento, entre risas, alegría y gritos, pero sobre todo se desnudan mucho los sentimientos.
“Cuando uno apaga los juegos de la feria se pasa de la algarabía a lo solitario, es como si se terminara en ese momento la magia, pues se deja de escuchar la risa y a la gente que platica, en una feria tradicional de juegos”, refirió Vargas.