Cómo eran las atracciones de feria que más nos gustaban en los 80
Huele a manzana de caramelo, a algodón de azúcar y sobre todo a ese aceite recalentado de la churrería. Hoy nos vamos de feria para recordar todas aquellas atracciones que eran nuestras favoritas cuando eramos unos niños en los años ochenta, mientras de fondo oímos: Y otra muñeca chochona.
Algunas resisten en las ferias de hoy en día, viendo como otras atracciones más espectaculares les han robado todo el protagonismo, otras desaparecieron para siempre, todas ellas nos parecían enormes, emocionantes y hasta arriesgadas porque, la verdad, no había otras. Os espero en la taquilla, voy comprando unas fichas.
El Gusano Loco
La espectacularidad del Gusano Loco residía en que a mitad del viaje un gran toldo lo cubría y te aislaba del exterior, mientras el trenecito continuaba con sus pequeñas subidas y bajadas. Corría la leyenda de que a una chica se le enganchó la melena en los hierros que sujetaban el toldo, pero esta misma historia la oímos más tarde de la Noria y otras atracciones. Por si acaso, sujétate bien el pelo y olvídate de la canción de Hombres G.
El Pulpo
Con sus enormes tentáculos de color rosa el Pulpo fue durante muchos años el más fiero de todo el recinto ferial por ser uno de los primeros que se elevaba del suelo. Sus barquillas con ojos y boca siguen siendo las más bonitas.
El Látigo
En los tramos rectos no pasaba nada, pero al llegar a las curvas el Látigo alcanzaba una velocidad a la que en aquel momento no estábamos acostumbrados. Es una de las atracciones que hoy en día están prácticamente desaparecidas y para muchos seguro que era nuestra favorita. Yo si me encontrara uno no podría resistirme a montarme otra vez.
El Zig Zag
Vueltas, vueltas y vueltas pero sin elevarse en ningún momento del suelo. ¡Qué mareo! Oye, que la barra no cierra bien, a ver si vamos a salir disparados en Zig Zag.
Los Autos de Choque
Por su música, las fichas redondas (primero metálicas, después de plástico) que había que meter en la ranura, por las chispas que desprendían en el techo, por el ruido del taconeo en la plataforma metálica que lo rodeaba, porque uno podía conducir y el otro pisar el acelerador, porque se ligaba y porque todos nos hemos llevado algún golpe de recuerdo, los autos de choque eran, sin duda, la atracción más mítica y nuestro centro de reunión en la feria de aquella época. Siguen existiendo, pero os garantizo que ya no es lo mismo.
El Barco Pirata/ Balancé
Con sus jaulas laterales en las que podías ir de pie y decorado como si fuera un Barco Pirata aquello era demasiado sofisticado cuando a lo que estábamos acostumbrados era a su versión anterior que llevaba el nombre de Balancé. El Balance no era más que un cajón metálico que se elevaba de la misma manera y en el que todo resultaba más emocionante. Más de una vez estuvo a punto de dar una vuelta completa y convertirse en otra atracción.
Los Caballitos
Cada caballito llevaba grabado su nombre y Babieca y Rocinante siempre eran los más solicitados. Primero sujetados por tu padre, que el pobre acababa todo mareado de tanta vuelta, y cuando ya te dejaban montarte solo te sentías el mas mayor. En el interior del tiovivo había cochecitos y otros animalitos que no se elevaban del suelo, nuestro favorito era aquella cazuela canibal que tenía un volante para dar vueltas.
Las Cadenas
Después de montarte en las cadenas del tiovivo el columpio del parque ya no tenía ningún sentido. Aquí nuestra única preocupación es que se nos cayera el zapato y es que teníamos la sensación de que estábamos volando a cientos de metros del suelo. ¡Que inocencia!
El tren de la bruja
Probablemente sea la atracción que más ha cambiado en todo este tiempo y no consigo entender como se está perdiendo la que era la más mítica de todos los niños: el Tren de la Bruja. Pero me refiero al que daba miedo de verdad porque la bruja te pegaba con fuerza con la escoba, te amenazaba con un tridente y acababas calado de agua, porque aquel personajillo se colgaba del tren y salía cuando menos te esperabas y sabías que en cualquier momento aparecería sobre tu cabeza en aquella ventanita. Lo peor era estar un rato sin verle y que tocara entrar en aquel terrorífico tunel oscuro. Una auténtica pesadilla.
Las casetas Freaks
Y despedimos este paseo por la feria de los 80 con algo que espero que nadie recuerde y así pueda confirmar que solo lo he soñado. Recuerdo unas misteriosas casetas que como en la película ‘Freaks’ en las que al grito de “Pasen y vean” exhibían rarezas de las naturaleza como la mujer barbuda o el hombre sin tronco. Afortunadamente, tras una larga espera que no hacía más que aumentar la expectación, lo único que aparecía era una mujer con una barba postiza o un hombre metido en una de esas cajas que utilizan los magos y en la que solo se abría la parte de la cabeza mientras el público le lanzaba palomitas. De todo esto no queda ni rastro.