Ya el viaje en tranvía a Valdespartera, apretujados con el grupo de amigos o la familia, es como un anticipo de la diversión que se va buscando y que se impone por vía directa en cuanto se ponen los pies en el recinto.
Las ferias son el unísono parloteo invitador y machacón de 150 feriantes, con los altavoces a todo trapo; las luces intermitentes de los aparatos y también el humo de las carpas donde sirven comidas, que, según las zonas, va cargado del sabor de la carne asada, los pinchos morunos o las patatas bravas.
Este medio ambiente puede ser disuasorio para algunos. Pero para muchos otros es un insuperable espectáculo de luz, sonido y cosas ricas que atraviesan felices camino del XXL Extreme, el Ratón Volador, el Barco Pirata o la Selva Encantada, las atracciones que estos pilares están teniendo más éxito entre jóvenes y mayores.
Divertirse y temblar
Muchas veces, lo que la clientela quiere es pasar miedo un rato jugando con el riesgo, explica Javier Molina, que dirige la organización que gestiona el recinto ferial. Para subirse a algunos aparatos, dice, no solo hacen falta ganas de pasarlo bien, también se requiere «ser valiente».
Claro que no todo es droga de la dura en Valdespartera. Los niños tienen, más o menos, las mismas diversiones que los adultos, pero sin asomo de peligro, todo bajo control parental más la posibilidad de tomarse un algodón dulce o una manzana de caramelo mientras se monta en el tren chuchú.